Quiero creer que hoy es exactamente la mitad del año... no importa lo que diga el calendario, ya sea Gregoriano, Juliano, Azteca, Maya, Chino, Hebreo, Islámico, Indio, Egipcio o contrafácticamente tuyo y mío....
Ayer anhelaba este Hoy porque estoy en el punto medio de una vuelta al Sol.
Regresaba de mis futuros recuerdos como a medio punto de la medianoche. Inmerso en ese obscuro frío, el solitario camino abrazaba la gélida luz halógena que hería y desnudaba sombras difractadas sobre contrastables espejos de agua.
Perdido en esa inefable calma, el entorno confabulaba con la rebelión de la Luna Nueva, diosa del silencio de plata ancestral guardiana de la vigilia de Lima, la misma Luna que vieron Cártago y Esparta.
Esa irreverente penumbra vaga delataba el sueño del pájaro dormido, arullado por la chicharra de los grillos y cigarras mientras el negro velo discurría por entre las palmeras y árboles cuyas ramas asemejaban brazos suplicantes, ritualmente extendidos hacia un sendero que sabemos nos lleva a ninguna parte y a veces tan sólo de regreso a casa.
El jazmín, la madreselva, los juncales y otras plantas, eran hitos que demarcaban colores de renovada vida que ajena, pululaba a sus circunstancias.
A lo lejos, van quedando lineas y formas que nos quieren partir y arrebatar el cielo rodeados de timidas velas que sucumben tenues ante el peso del firmamento. Así, el Aire, el Mar y mi aliento se dividen entre el sílice, el plástico y esta chatarra llamada Libertad.
Antes de entrar, recuperé esa imagen retinal que deviene enlazada a un suspiro, de esos que no son raros en un hombre y es que cada detalle que guardé, en todo momento lo asocié con el eco de tu nombre.
Entré.. a la paz del laberinto, el de los sueños y arquetipos, a los recuerdos que duermen en mi cama.. los que le hablan con mi almohada para soñar con esa Rosa Blanca que llevaba el perfume de tu piel y además, con la serena mirada, ligeramente rasgada, de tus ojos negros, tan hermosos como la mirada de Dios...
Así he recorrido esta media vuelta al Sol buscando en el espacio, el calor de tu rubor.
Mientras tanto, me quedaré con esta hiel que mañana transformaré en dulce miel, el icor de los inmortales, de los que viven, mueren y renacen entregados a la intensidad de sus emociones, llevados hasta los límites de todo lo bueno que hay que perder para renovar el amor... por todos y por alguien.
Ayer anhelaba este Hoy porque estoy en el punto medio de una vuelta al Sol.
Regresaba de mis futuros recuerdos como a medio punto de la medianoche. Inmerso en ese obscuro frío, el solitario camino abrazaba la gélida luz halógena que hería y desnudaba sombras difractadas sobre contrastables espejos de agua.
Perdido en esa inefable calma, el entorno confabulaba con la rebelión de la Luna Nueva, diosa del silencio de plata ancestral guardiana de la vigilia de Lima, la misma Luna que vieron Cártago y Esparta.
Esa irreverente penumbra vaga delataba el sueño del pájaro dormido, arullado por la chicharra de los grillos y cigarras mientras el negro velo discurría por entre las palmeras y árboles cuyas ramas asemejaban brazos suplicantes, ritualmente extendidos hacia un sendero que sabemos nos lleva a ninguna parte y a veces tan sólo de regreso a casa.
El jazmín, la madreselva, los juncales y otras plantas, eran hitos que demarcaban colores de renovada vida que ajena, pululaba a sus circunstancias.
A lo lejos, van quedando lineas y formas que nos quieren partir y arrebatar el cielo rodeados de timidas velas que sucumben tenues ante el peso del firmamento. Así, el Aire, el Mar y mi aliento se dividen entre el sílice, el plástico y esta chatarra llamada Libertad.
Antes de entrar, recuperé esa imagen retinal que deviene enlazada a un suspiro, de esos que no son raros en un hombre y es que cada detalle que guardé, en todo momento lo asocié con el eco de tu nombre.
Entré.. a la paz del laberinto, el de los sueños y arquetipos, a los recuerdos que duermen en mi cama.. los que le hablan con mi almohada para soñar con esa Rosa Blanca que llevaba el perfume de tu piel y además, con la serena mirada, ligeramente rasgada, de tus ojos negros, tan hermosos como la mirada de Dios...
Así he recorrido esta media vuelta al Sol buscando en el espacio, el calor de tu rubor.
Mientras tanto, me quedaré con esta hiel que mañana transformaré en dulce miel, el icor de los inmortales, de los que viven, mueren y renacen entregados a la intensidad de sus emociones, llevados hasta los límites de todo lo bueno que hay que perder para renovar el amor... por todos y por alguien.
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